Blindaje marca Borinsky
El juez transgrede las normas del Derecho para ostentar un falso halo académico
Por Jorge Elbaum
En el inicio del presente cuatrimestre, los estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aries castigaron a Mariano Borinsky mediante una huelga de inscriptos a la asignatura que ofrecía, Régimen del Proceso Penal. La sanción simbólica de los estudiantes lo dejó expuesto ante la comunidad académica como un literal operador judicial ligado al entramado delincuencial de Comodoro Py, carente de prestigio docente, ropaje que suelen anhelar los togados de toda laya. Frente a esta burla pública, el casador se encuentra lanzado a recuperar su sitial de referencia académica apelando a todos los mecanismos posibles, incluso el quebrantamiento de las normativas instituidas por la propia casa de estudios superiores.
La sugerencia para vaciar la inscripción a la asignatura ofertada por Borinsky, a principio del presente año, fue motorizada por referentes de agrupaciones estudiantiles y de colectivos independientes, quienes consiguieron un repudio generalizado al lograr que la cátedra ofrecida no alcanzara los diez inscriptos, el número mínimo requerido para poder dictar la asignatura. Según los mensajes enviados en los días previos a las inscripciones a través de cadenas de WhatsApp, se trató de hacer explícito el repudio contra “uno de los perfiles más descompuestos de la Justicia, responsable de motorizar una de las etapas de mayor persecución y criminalización política en la historia de la Argentina”. Entre los antecedentes que se difundieron en los mensajes figuraba un pormenorizado recuento de las 16 visitas realizadas por el casador a la Quinta de Olivos –durante el gobierno de Mauricio Macri–, la complicidad en la reapertura de la causa del Memorándum y el escandaloso plagio exhibido en su libro titulado Los delitos de corrupción, un análisis de derecho penal y procesal penal.
Para diluir esa situación deshonrosa, Borinsky envió una nueva propuesta al área encargada de ofertar materias para el segundo cuatrimestre del año. La Secretaría de Información docente había compartido previamente los criterios ineludibles para ofertar asignaturas: entre los requerimientos figuran dos que el casador intenta transgredir para recuperar su escenificación de marquesina áulica. El primero de ellos explicita que la oferta de nuevas asignaturas debe ser propuesta para horarios alternativos a los centrales (entre las 15.30 y las 22), dado que en ese rango temporal no existe disponibilidad de aulas. El segundo exige sustituir materia por materia, es decir que no pueden proponerse más asignaturas que aquellas de las que dispone –hasta este momento– la Cátedra.
A pesar de estas disposiciones genéricas, estipuladas para todos los profesores, el casador que jugaba al tenis con Mauricio Macri decidió desconocerlas y se ha dedicado a presionar al área respectiva de la Facultad para recuperar su status catedrático, vilipendiado por la condena simbólica estudiantil:
Además, para garantizarse la sobrevivencia frente al curso –y evitar ser rechazado en la próxima inscripción– el casador propone una materia alternativa de la que fue excluido durante el primer cuatrimestre. Dado que la resolución número 15.062, aprobada por el Consejo Directivo, impide abrir un curso con menos de diez inscriptos, Borinsky se dispone a blindarse para que los estudiantes no puedan avergonzarlo. Para eso planea dictar Elementos de Derecho Penal, que forma parte de un tramo obligatorio en el que los alumnos carecen casi por completo de capacidad de elección.
El libro que compila los plagios del casador.
En el ofrecimiento de marzo de este año, Borinsky se quedó sin alumnos cuando proponía Régimen del Proceso Penal para el Ciclo Profesional Orientado, tramo que tiene un universo más restringido de alumnos que el que ofrece el Ciclo Profesional Común. De ser aceptado su pedido antirreglamentario, se impediría a los estudiantes repetir la condena académica lograda en el primer cuatrimestre, dado que le garantizaría un número de inscriptos forzados, capaces de habilitar nuevamente su ansiada tarima catedrática. Esta situación podría prefigurarse, únicamente, si la Facultad de Derecho claudicara ante las presiones del casador y aceptara vulnerar sus propios reglamentos vigentes.
Empecinado en disimular el repudio estudiantil, el profesor Borinsky rechazó recientemente el pedido de recusación formulado por los letrados de la Vicepresidenta, Alberto Beraldi y Ary Llernovoy, quienes presentaron cuantiosas evidencias de la indudable falta de imparcialidad que trasuntan el propio juez y su colega Gustavo Hornos, otro de los asiduos visitantes a la Quinta de Olivos y a la Casa Rosada durante el macriato. Los abogados reclamaron el apartamento en la conocida como Causa Vialidad por la que fue condenada Cristina Fernández de Kirchner, en primera instancia, a seis años de prisión e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.
Mientras el casador intenta eludir las renovadas iniciativas de los alumnos para sortear su cuestionamiento en la Facultad de Derecho, se repitieron a partir de la semana pasada las cadenas de mails y de mensajes orientados a recapitular los antecedentes del probo operador judicial, responsable –junto a la red de propagandistas mediáticos– de la más grande caza de brujas sucedida en la historia argentina desde de la Revolución Fusiladora.
Un punteo sintético de la información circulante –que Borinsky quiere ocultar detrás de una nube de humo de prestigio académico– consigna:
Mariano Borinsky es una de las expresiones más paradigmáticas de un Poder Judicial desprovisto de los principios republicanos que la derecha argentina esgrime como escudo discursivo, vaciado de ética por completo. El Talmud es un conjunto de textos que agrupa la tradición oral judía y que compila los debates y las interpretaciones relativas a la Torá (discusiones sobre la doctrina y la ley). En uno de sus párrafos se consigna que será “desgraciada la generación cuyos jueces merezcan ser juzgados”. Quizás nuestra máxima desgracia, en la última década, consista en no concretar la imprescindible tarea de colocar a estos magistrados en el lugar donde se merecen estar: en el banquillo de los acusados, de cara a la sociedad toda.